jueves, 3 de diciembre de 2009

Y viceversa.


-Escogí un poema casi perfecto. Pero se me pasó por la cabeza que me quedaría apocopado. Porque se come letras y palabras enteras. Porque faltan versos que digan totalmente lo contrario. Porque faltan los antónimos. Y es que nunca olvidaré la sonrisa de ese tal señor Anónimo cuando me puso el borrador en las manos y me dijo: "Tu vida no le importa a nadie". Fue el primer consejo que me dieron y nunca lo he olvidado.


Cruzó las manos blancas de terciopelo sobre la pequeña mesa del café y levantó sus ojos pardos, sin sonrisa y de madrugada hacia el hombre de la gabardina marrón que sorbía el café (con tres de azúcar, por favor) sin mucho entusiasmo y cruzaba las piernas para repantigarse, desde donde obtenía una mejor perspectiva de la autopista sin tramos rectos que era Dolores, la camarera.


-Porque amor- dijo volviéndose hacia Blonche un instante mientras derramaba cuidadosamente el azúcar sobre la servilleta- no eres aurora, ni cándida moraleja, la gente vive feliz aunque no tenga permiso. Vamos, resumiendo, estás jodida, jodida y radiante, y viceversa. Mi pequeño y dulce corazón coraza. Que poco vende eso de no ser tú.


M-

domingo, 29 de noviembre de 2009

Te odio.




 Boom boom, Boom  boom.

sábado, 17 de octubre de 2009

Mira mamá! Sin manos!


Ana quería volar, y con sus seis años en la punta de los dedos despegó desde el tercer piso de su finca un sábado por la mañana. Cuando tuvo el asfalto a un par de metros de la nariz extendió los brazos al comprender que la carretera la engulliría. El impacto se los destrozó.

La niña lloró cuatro días y muchas noches. La herida le ardía en los muñones, pero la decepción le dolía en los ojos. Y la mirada de la gente le oprimía el pecho, los niños podían llegar a ser muy crueles, y las personas buenas, peores. A partir de la catástrofe,  su ser se volvió de porcelana, y lo único que podían relamer sus ojos era la fachada de enfrente; una relojería vieja  y el portal del chico que tocaba el piano. Ana sabía que no podría volver a hundir las manos bajo el agua tibia del arroyuelo del jardín de atrás , no volvería a revolver el pelo de Garfio , ni pasearía  por el parque colgada del brazo de su padre. Se sentía como una lombriz de tierra, solo le faltaba retorcerse. Pero a ella, a ella aun le quedaban dos extremidades.


Hoy por hoy Ana abraza el cielo y agarra el aire por el cuello. Ana María Arenas Sandoval es piloto. Cuando vuela a lomos de “La Zorra” no puede contener un alarido de libertad. Y ella grita, grita al mundo entero:

-Mira mamá! Sin manos! 




Una vez le pregunté a mi Ann que como lo consiguió, y ella me dijo con una mirada maliciosa:
–Ay cariño, el cielo empieza donde acaba el suelo.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Naturaleza muerta.


No ha salido el sol y Ana y Miguel ya prenden llama. Ella sobre él, hombre y mujer deshacen la cama.
Y el mar que
está loco por Ana prefiere no mirar, los celos no perdonan al agua, ni a las algas, ni a la sal. Al amanecer ya está Miguel sobre su barca.

-Dame un beso amor, y espera quieta junto a la playa.


Y el mar murmura en su lenguaje:
-¡Maldito pescador!
Despídete de ella, no quiero compartir su corazón-.

Y llorar, y llorar, y llorar por él. Y esperar, y esperar, y esperar de pie en la orilla a que vuelva Miguel. Dicen en la aldea que esa roca blanca es Ana. Cubierta de sal y de coral espera en la playa. No esperes más niña de piedra. Miguel no va a volver. El mar le tiene preso por no querer cederle a una mujer. Incluso hay gente que asegura que cuando hay tempestad, las olas las provoca Miguel luchando a muerte con el mar. Y llorar, y llorar, y llorar por él. Y esperar, y esperar, y esperar de pie en la orilla a que vuelva Miguel.

Y llorar, y llorar, sobre el mar.


lunes, 7 de septiembre de 2009

Ultima playa


No llevabamos reloj, ni cronometros de arena, aunque nos sobrase. Pero estaba claro que no estaba atardeciendo ni se nos ocurria que el amanecer no fuese producto de un poeta enloquecido. El objetivo no capturaba pigmentos hechos de piel y madrugada. El agua y el sudor lo empañaba de risa tonta. El objetivo ni si quiera atinaba a inmobilizarnos, perdiendo el norte y el equilibrio. Por una vez las botellas no se lanzan al mar, sino que saltaban con las olas guardandose pompas de espuma. Ningun mensaje valia la pena. Nadie iportante al otro lado del horizonte.

Escupiste una cancion que nos decia de huir de las estrellas o bien escapar a ellas, aunque las mias aparecian mientras perdia la consciencia. Y aunque no fue a ti a quien bese, nos sacudimos como lombrices en el fango. Mi sirena de azucar. Tu y yo. Viorel devia andar por ahi, escondiendo la luna, por si acaso me distraia de tu mirada.

Y si tenias los bolsillos y los ojos llenos de arena, yo te habria llenado de sal la sonrisa.
Porque vivir es jodidamente marabilloso.

viernes, 21 de agosto de 2009

Viorel


Viorel tiene una pluma mágica que una tarde de agosto, de esas que te hacen silbar y ladrar a los perros, le regaló una paloma. A cambio de un beso de los labios de azúcar de Viorel el ave se desvistió para convertirse en sapo y croar bajito en los estanques de madrugada. Desde entonces el bribón se esconde bajo la sombra de los faroles y dibuja cuentos sobre bicicletas que escriben diarios y mendigos que dan limosna. Luego deja las historias en los calcetines de gente como Violeta. A cambio se guarda en los camales cualquier cosa olvidada entre el somier o bajo la almohada. Y se lleva en la punta de las orejas los gemidos de Violeta cuando habla en sueños. A veces ella deja una canción en la puerta, ya sabes, no por nada personal, sino para ponérselo difícil.
Viorel es ese pilluelo con cara de duende que a veces, por el rabillo del ojo, se refleja en el escaparate de la tienda de relojes del viejo que vive en el tercero de la calle de los Zapatos Usados. Porque los relojes son bonitos, tienen ese olor a serrín y a tiempo perdido, que es el que mejor se emplea del mundo, y además con horas extras. Aunque opina que mejor si las manecillas están torcidas, igual que las ramas de otoño. Con cuco, pero sin tic-tac.
Yo creo que los días impares es aprendiz de mago, aunque dice que no, que solo le gusta llevar el sombrero acabado en punta para tener la cabeza llena de cielo por la noche. Y que solo hacia servir la barita para beberse los batidos de chocolate. Pero yo se que de vez en cuando hace que Blanche se ria como cuando era niña, y eso no puede tratarse de cualquier truco de segunda.