martes, 1 de marzo de 2011

¿Por qué te llenas siempre de nubes y de pájaros?


Me pone siempre la zancadilla porque dice que vivo alucinada y que eso es lo único que conseguiré de la vida. Que si sigo llenándome la cabeza de nubes y la tripa de pájaros no dejaré de darme de morros en la acera. Qué quieres que te diga, me gusta centri-fugarme, me distraen las ideas absurdas, los imposibles. Me dice que no puedo seguir disolviéndome, que ya soy suficiente poca cosa. Que no, que no, no, no, no subas al tejado porque un día te romperás la crisma, que un día te quedarás allí arriba y te diluirás. ¿Qué pasa cuando te haces castillos en el aire? ¿Qué pasa cuando encima te quedas allí y cada vez se te hace más difícil volver? Que te pierdes. Que te estampas. Patética, me dice. Tonta, triste, idiota, inútil, anonadada. Patética, patética. De las peores chicas-inundación que he conocido.
Entonces me sonríe y sigue poniéndome la zancadilla, y te digo que a mí ya me cruje la rodilla para toda la vida, joder. ¿Pero sabes qué? Yo no sé ser de otra manera, no me entra ni en el sombrero, lo mío va a ser que no es el hedonismo. El otro día fue peor, no me di cuenta, como siempre. No fue en la rodilla, fue en la cabeza y no fue un chichón de martes, no. Pero ¿sabes qué te digo? Que pienso seguir estrellándome hasta que no me quede un centímetro de piel sin morados, un pedazo de frente por coser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario